No es un problema nuevo, pero sí ahora afecta sobremanera a la humanidad. La contaminación atmosférica comenzó con la Revolución Industrial, en el siglo XVIII, cuando la quema de carbón en fábricas y hogares liberaba grandes cantidades de humo y partículas en el aire. A partir de la década de 1950, se convirtió en una cuestión global, con el aumento de la industrialización. Ahora, un reciente estudio advierte que es el segundo factor de riesgo de muerte a nivel global.
Los datos fueron confirmados por la quinta edición del informe “Estado del aire global”, elaborado en conjunto con Unicef. Si bien estudios previos estimaban siete millones de muertes anuales por esta causa, el informe, publicado por el Instituto de Efectos sobre la Salud (una entidad de investigación independiente sin fines de lucro en Estados Unidos) revela que en 2021 la contaminación del aire fue responsable de 8,1 millones de muertes a nivel mundial. Este incremento refleja una tendencia alarmante.
Además de las muertes, la contaminación atmosférica contribuye a enfermedades crónicas debilitantes -explicó la ONU en un comunicado difundido-, lo que genera una enorme carga para los sistemas de salud, para las economías y para las sociedades en su conjunto. Más del 90% de las muertes atribuidas a la contaminación del aire (7,8 millones) son causadas por partículas finas en suspensión, tanto ambientales como domésticas. Estas partículas diminutas, menores de 2,5 micrómetros, pueden ingresar en los pulmones y en el torrente sanguíneo, aumentando el riesgo de enfermedades no transmisibles en adultos, como cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, diabetes, cáncer de pulmón y enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
Niños, en peligro
El documento destaca que los niños menores de cinco años son especialmente vulnerables a la contaminación atmosférica. En 2021, la exposición al aire contaminado se vinculó con más de 700.000 muertes de niños menores de cinco años, situándola como el segundo factor de riesgo de muerte en este grupo de edad, después de la malnutrición. De estas muertes, aproximadamente 500.000 estaban relacionadas con la contaminación del aire en los hogares debido a la cocción en interiores con combustibles contaminantes, principalmente en África y Asia.
Los efectos adversos de la contaminación del aire pueden comenzar en el útero y tener consecuencias para toda la vida. Por eso los niños son particularmente susceptibles; los pequeños inhalan más aire por kilogramo de peso corporal y absorben más contaminantes que los adultos, lo que agrava los riesgos para su salud en desarrollo. La exposición a la contaminación está asociada con neumonía, responsable de una de cada cinco muertes infantiles en el mundo, y con el asma, la enfermedad respiratoria crónica más común entre los niños mayores.
Las desigualdades relacionadas con el impacto de la contaminación del aire en la salud infantil son sorprendentes. La tasa de mortalidad relacionada con la contaminación en niños menores de cinco años en África oriental, occidental, central y meridional es 100 veces superior a la de sus equivalentes en países de altos ingresos . “A pesar de los progresos en salud materna e infantil, casi 2000 niños menores de cinco años mueren cada día por los efectos de la contaminación atmosférica”, dijo la directora ejecutiva adjunta de Unicef, Kitty van der Heijden. “Nuestra inacción está teniendo profundos efectos en la próxima generación. Es esencial que los gobiernos y las empresas utilicen estos datos para fundamentar acciones significativas y centradas en la infancia para reducir la contaminación y proteger la salud de los niños”, expresó.
Cambio climático
El problema es que la contaminación por partículas finas en suspensión no sólo afecta la salud humana, sino que contribuye también al calentamiento global. Estas partículas provienen de la quema de combustibles fósiles y biomasa en sectores como el transporte, los hogares, las centrales eléctricas de carbón, las actividades industriales y los incendios forestales. Lógicamente, aportan al calentamiento global mediante los gases de efecto invernadero.
En 2021, la exposición prolongada al ozono contribuyó a unas 489.518 muertes globales, incluyendo 14.000 por enfermedad pulmonar obstructiva crónica en Estados Unidos, una cifra superior a la de otros países de renta alta. La exposición al dióxido de nitrógeno (producido por los gases de escape del tráfico) también tiene efectos significativos sobre la salud, particularmente en el desarrollo del asma infantil.
Políticas más estrictas
El texto también ofrece buenas noticias. Desde el año 2000, la tasa de mortalidad de niños menores de cinco años ha disminuido en un 53%, en gran parte gracias a esfuerzos para mejorar el acceso a energía limpia para cocinar, la atención sanitaria, la nutrición y la concienciación sobre los daños de la contaminación del aire doméstico. Muchos países, especialmente aquellos con los niveles más altos de contaminación, están enfrentando el problema mediante la instalación de redes de vigilancia, la aplicación de políticas más estrictas de calidad del aire y la promoción de vehículos híbridos o eléctricos. “Este nuevo informe ofrece un duro recordatorio de las importantes repercusiones que tiene la contaminación atmosférica en la salud humana, con una carga excesiva para los niños pequeños, las poblaciones de mayor edad y los países de renta baja y media”, declaró Elena Craft, presidenta del Instituto de Efectos sobre la Salud. “La contaminación del aire tiene enormes implicaciones para la salud. Sabemos que mejorar la calidad del aire y la salud pública mundial es práctico y alcanzable”, resumió.